Por Guillermo Cifuentes
“No quiero que nadie en mi familia entre en política”, Pepín Corripio
En estos meses de espera cuando la ausencia de Joao ya es notoria, los actores llamados a asumir la crisis de los sobornos y sobrevaluaciones con una perspectiva institucional y con visión de Estado tendrán tiempo para responder, discutir, proponer.
Mientras esperamos los nombres que llegarán desde nuestro “verde Brasil” el próximo julio se nos regala un tiempo que vale oro y que debe ser bien utilizado para leer y releer la historia reciente e ir dejando atrás mitos y construir el futuro político democrático.
Desde la marcha contra la impunidad del pasado 22 de enero hay viejos mundos que se denuncian y se acaban y nuevos mundos que se abren. La impunidad es lo que sirvió de soporte al régimen político postrujillo. En ese escenario de ausencia de castigo, el borrón y cuenta nueva, fue la expresión más sincera del fracaso de la ética, de la justicia y de los derechos de los dominicanos. Se edificó la idea de que víctimas y victimarios eran iguales y de que la política -como había hecho el invasor norteamericano en el 1924 y repetido en el 66- era una actividad que había que dejársela al “tigueraje”. Y aquí llegamos.
La marcha, más allá de cualquier interpretación, fue la denuncia indiscutible de que hay un pueblo que pretende una sanidad moral y política profunda, de que esta extraña creación “de los consensos” que tenemos no se corresponde con la democracia y de que si al borrón se le suma la negación de las piedras para atrás se llega hasta aquí. El 22/01 la vida política dominicana confirmó la certeza de Tony Judt:
“Una democracia de consensos no será democracia por mucho tiempo”
Las recientes declaraciones de una senadora, (sí, aunque resulte difícil creerlo se trata de una ¡¡senadora!!) invitan a reconocer las consecuencias que ha tenido en la calidad de la política el continuo desprestigio de la actividad que el poder les ha entregado a los descendientes del trujillismo por la vía de la herencia política. Es necesario no olvidar procesos similares que las transiciones más exitosas han resuelto mejor, evitando la permanencia en el poder de los actores o cómplices de las dictaduras y también de sus hijos y parientes.
El “No a la impunidad” de los miles de manifestantes aflora 55 años después de tantas oportunidades perdidas y dice, otra vez, que no es posible construir democracia sin justicia.
Ahora, cuando sabemos que los nombres van a llegar y que no será necesario que confiesen (tendrían que tener algo de conciencia moral para hacerlo), lo que se debe esperar es que comiencen a incriminarse y que una vez con la verdad en las primeras páginas los tránsfugas empiecen a aprender lo difícil que es regresar del infierno. Les hará falta algo más que perseverancia, pues la complicidad cobra siempre directo a la conciencia y lo menos que les ocurre son las dificultades para dormir que tratan de sanar con alcohol.
Estos cinco meses servirán para recordar a quienes, según publicó la prensa en su momento, dejaron el gobierno del Dr. Leonel Fernández por una licitación para la compra de computadores, por desacuerdos “con decisiones presidenciales que, a mi juicio, vulneran la institucionalidad y principios innegociables”. Menudito comparado con lo de ahora.
Escribí en septiembre del año pasado que cada vez que parecen activarse dispositivos democráticos aparecen los cívicos con sus creaciones desinstitucionalizantes. Acepto que puedo estar equivocado, pero, ¿por qué no discutirlo? No soy el único convencido de que “la comisión” es lo más paradigmático respecto de lo que ha sido la vida política dominicana postrujillo:
Fuera de la institucionalidad, desconoce las funciones y obligaciones de los poderes del Estado ¡¡de todos los poderes!! Pero en esa comisión la iglesia (con minúscula), los empresarios y sus criados tratan de construir un relato en el que ya saben ahora que nadie cree.
Para completar el desamparo los viejos partidos se retratan para el juicio de la historia en la Liga Municipal Dominicana. Revise sus comportamientos uno por uno y después niegue que no están pidiendo a gritos que nadie los tome en cuenta. Me refiero al PLD, PRSC, PRD, PRM. No hace falta describir la vergüenza.
Es verdad que la marcha y sus miles no le han dado un cheque en blanco a nadie. Esa es la tarea de ahora y se deben cuidar las propuestas que a partir de este importante suceso se hagan: el pedido de una comisión internacional a lo más que puede servir es para transformar en un espectáculo los esfuerzos de “¡No más impunidad!”.
Les recuerdo que ser invadido por expertos internacionales es también ser invadido y que pertenecer a instituciones internacionales no convierte a nadie en mejores personas.
Los últimos tres máximos directores del Fondo Monetario Internacional (FMI) han sido condenados por jueces y, que se sepa, no han conocido la cárcel. Revisen bien cuánto ha conseguido la CICIG en Guatemala, fuera de los escándalos, durante casi diez años desde que entró en vigencia el acuerdo entre las Naciones Unidas y el Gobierno de ese país (Septiembre, 2007).
Como decía, estos meses serán útiles para reflexionar acerca de las limitaciones de la lucha política en el marco de la institucionalidad postrujillista y no faltarán quienes con ironía y mucha razón digan que si el voto sirviera para hacer los cambios estaría prohibido. Y aunque no lo hayan logrado, hay muchas formas si no de prohibirlo, de hacerlo inservible.
Los scaner claramente sirven para eso. Lo nuevo, lo decisivo, son los miles de dominicanos y dominicanas cuya presencia en la calle, por primera vez a lo mejor, a lo mejor, anuncia que los sobornos y las sobrevaluaciones serán las últimas.